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[:es]No lo abandones. No te abandones[:va]No l’abandones. No t’abandones[:]

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Si hace tiempo que no se ha tropezado con un frigorífico abandonado en un camino secundario o al pie de la senda que está a punto de pisar no piense que ha desaparecido la obsolescencia programada de un plumazo. Es mejor que piense en los efectos conciencia medioambiental. Y en este caso en la ley. Desde 2015, eso que pomposamente llamamos residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, o en román paladino lavadoras, frigoríficos, lavavajillas…, tenemos la obligación entregarlo (gratis total) o a un centro de reciclaje autorizado, o al mismo vendedor que nos entrega el nuevo. En caso de duda, llame a su ayuntamiento. Se lo recogerán o le indicarán donde depositarlo.

La economía circular puede dar tantas vueltas como el tambor de la lavadora. Eso sí, sin límites. Usted adquiere su lavadora, la usa durante toda su vida –la de ella, no la de usted–, y cuando acaba su primer ciclo, tiene una segunda vida. El reciclador se encargará de desmontarla, descontaminarla y, finalmente, devolver a la cadena de producción los materiales de que estaba hecha. Y vuelta a empezar. Lo contrario significa que hay una lavadora nueva y una vieja. Un producto nuevo y otro abandonado. Un entorno más sucio cuando podría estar más limpio. Un consumo irresponsable o una responsabilidad con el medio ambiente. Menos consumo de energía o más producción de residuos. Estas dicotomías pueden ser infinitas… a no ser que entre todos optemos por lo mismo: la responsabilidad con nosotros, con el futuro y con el entorno.

En la Comunidad Valenciana, durante los primeros seis meses de 2016, Ecolec, la fundación encargada de gestionar tales residuos, ha tratado 4.698 toneladas de este tipo de residuos de las 43.902 del conjunto del Estado. Ligeramente por encima del 10 por ciento del total. Una cifra que deberá continuar incrementándose en los próximos años.   

Y ahora, continúa la senda que siempre quieres volver a pisar sin un residuo que pueda amargar tu responsabilidad.

[:va]Si fa temps que no s’ha topat amb un frigorífic abandonat en un camí secundari o al peu de la senda que és a punt de trepitjar no crega que ha desaparegut l’obsolescència programada en un tres i no res. És millor que pense en els efectes de la consciència mediambiental. I en aquest cas en la llei. Des de 2015, això que pomposament anomenem residus d’aparells elèctrics i electrònics, o en altres paraules, llavadores, frigorífics, rentavaixelles…, tenim l’obligació de lliurar-ho (gratis total) o a un centre de reciclatge autoritzat, o al mateix venedor que ens entrega el nou. En cas de dubte, cride al seu ajuntament. Li l’arreplegaran o li indicaran on dipositar-lo.

L’economia circular pot donar tantes voltes com el tambor de la llavadora. Això sí, sense límits. Vosté compra la llavadora, l’usa durant tota la vida –la d’ella, no la de vosté–, i quan acaba el primer cicle, té una segona vida. El reciclador s’encarrega de desmuntar-la, descontaminar-la i, finalment, retorna a la cadena de producció els materials de què estava feta. I torna a començar. El contrari significa que hi ha una llavadora nova i una vella. Un producte nou i un altre abandonat. Un entorn més brut quan podria estar més net. Un consum irresponsable o una responsabilitat amb el medi ambient. Menys consum d’energia o més producció de residus. Aquestes dicotomies poden ser infinites… llevat que entre tots optem pel mateix: la responsabilitat amb nosaltres, amb el futur i amb l’entorn.

A la Comunitat Valenciana, durant els primers sis mesos de 2016, Ecolec, la fundació encarregada de gestionar tals residus, ha tractat 4.698 tones d’aquest tipus de residus de les 43.902 del conjunt de l’Estat. Lleugerament per sobre del 10 per cent del total. Una xifra que ha de continuar incrementant-se en els pròxims anys.

I ara, continua la senda que sempre vols tornar a trepitjar sense un residu que puga amargar la teua responsabilitat.[:]

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