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[:es]Imagina que reciclamos…[:va]Imagina que reciclem…[:]

[:es]El producto digital se ha impuesto en nuestra cotidianidad. Hasta el punto de que pocas son las actividades escapan a su control. Algunos dirían a su interrelación con la vida. ¿Qué exagero? Nuestro sueño acaba con un despertador, de mesa, de reloj, del móvil o sepa usted qué artilugio puede asumir el pi-pi-pí (y sus mil variables tonos). El cepillo de dientes de mil y una vueltas por segundo nos espera, antes y después del desayuno. Así pues, entre el punto de pasta de dientes previo y posterior, dejaremos paso a la cafetera exprés, el exprimidor –si usted es de zumos, la tostadora que con su pitido nos ahorra que encontremos la rebanada negra. Puede incluso que su vaso de agua sea de osmosis. Incluso que haya programado la lavadora o el lavaplatos en un programa que coincida con el minuto que le queda antes de salir hacia el trabajo. Aunque, en el móvil, durante el desayuno ha leído el periódico o revisado su correo, su Facebook o vaya usted a saber las redes sociales en las que participa. Pues sí, sin salir de casa, ya hemos utilizado más de una decena de aparatitos eléctricos, electrónicos o digitales. Y todavía nos queda todo el día por delante, antes de que el sueño nos vuelva a vencer mientras aprovechamos nuestra cuenta en Spotify.

Se trata de un verdadero ejército de facilitadores que tienen vida. Compramos-nacen, utilizamos-viven y dejamos-mueren. Y en esta última fase se pueden convertir en una verdadera amenaza para nosotros mismos y para el planeta. Imagine la acumulación de todos los aparatos que usted ha utilizado en los últimos diez años. Multiplíquelos por el número de vecinos de su calle. Y visualícelos, por un momento, en el centro de su calle. ¿Que no lo puede imaginar?

Todo ello se puede reciclar. Imagínelo. Puede ser una realidad. La Fundación Ecotic, el sistema colectivo de responsabilidad ampliada del productor (SCRAP), recogió 90.000 toneladas de este tipo de residuos del mercado doméstico y profesional. Algo que es básico para transitar hacia el modelo de economía circular que ha puesto en marcha la Unión Europea.

Nuestra capacidad para incidir en esa realidad es absoluta. Cuando alguno de los artilugios deja de sernos útil la razón en este caso no importa lo llevamos a un ecoparque, a la tienda donde compramos el nuevo o llamamos a nuestro ayuntamiento para que nos indique qué hacer con él. O imaginamos el montón de chatarra en nuestra calle.[:va]El producte digital s’ha imposat en el nostre dia a dia. Ha arribat el punt que són poques les activitats que escapen al seu control. Alguns dirien, a la seua interrelació amb la vida. Què hi exagere? La nostra son es desfà amb un despertador, de taula, de rellotge, del mòbil o vaja a saber vosté per quin giny pot assumir el pi- pi- pí (i els mil variables tons que s’hi poden aconseguir). El raspall de dents de mil i un girs per segon ens espera, abans i després del desdejuni. Així, entre el punt de pasta de dents previ i posterior, deixarem pas a la cafetera exprés, l’espremedora –si vostè és de sucs, la torradora que amb la seua xiuladissa ens estalvia que trobem la llesca de pa negra. Potser inclús que el seu got d’aigua siga d’osmosis. Fins i tot que haja programat la llavadora o el rentaplats en un programa que coincidisca amb el minut que li queda abans d’eixir corrents cap al treball. Encara que, en el mòbil, durant el desdejuni ha fet un repàs per la premsa o revisat el seu correu, el seu Facebook o vaja vosté a saber les xarxes socials en què participa. Doncs sí, sense eixir de casa, ja hem utilitzat més d’una desena d’apararells elèctrics, electrònics o digitals. I encara ens queda tot el dia per davant, abans que la son ens torne a véncer mentre aprofitem el nostre compte en Spotify.

Es tracta d’un vertader exèrcit de facilitadors que tenen vida. Comprem-naixen, utilitzem-viuen i deixem-moren. I en aquesta última fase es poden convertir en una vertadera amenaça per a nosaltres mateixos i per al planeta. Imagine l’acumulació de tots els aparells que vostè ha utilitzat en els últims deu anys. Multiplique’ls pel nombre de veïns del seu carrer. I visualitze’ls, per un moment, amuntegats al mig del carrer. Que no ho pot imaginar?

Tot això es pot reciclar. Imagine-ho. Pot ser una realitat. La Fundació Ecotic, el sistema col·lectiu de responsabilitat ampliada del productor (SCRAP), va recollir 90.000 tones d’aquest tipus de residus del mercat domèstic i professional. Un fet que és bàsic per a transitar cap al model d’economia circular que ha posat en marxa la Unió Europea.

La nostra capacitat per a incidir en aqueixa realitat és absoluta. Quan algun dels ginys deixa de ser de la nostra utilitat ‑la raó en aquest cas no importa‑ el portem a un ecoparc, a la tenda on comprem el nou o telefonem al nostre ajuntament perquè ens indique què hi fem. O, altrament, imaginem el munt de ferralla en el nostre carrer.[:]

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